Satiricón de Federico Fellini

Satiricón de Federico Fellini

Josep Ferran Valls

Federico Fellini se acercó a la romanidad empleando diferentes temáticas, haciendo uso de variados aunque complementarios enfoques. Fellini Satiricón, adapta la obra homónima de Petronio interiorizando un discurso sobre la decadencia del clasicismo.

Fellini Satiricón. 1969. Con Martin Potter, Hiram Keller, Max Born, Capucine, Salvo Randone, Magali Noel, Lucia Bosé, Alain Cuny.

De nuevo con Giuseppe Rotunno a la fotografía, quien confiriera a la adaptación de Poe Toby Dammit (1968) una atmósfera opresiva, Fellini Satiricón se sirve de sus luces y penumbra para recubrir las imágenes de este opus con un halo alucinatorio, acorde con el mundo polvoriento, fantasmagórico que representa.
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Fellini Satiricón.

Bernardino Zapponi vuelve a colaborar con el director en la elaboración del libreto. Ese guión y la subsiguiente película emplean la misma estructura sesgada, incompleta que el original literario: sabemos que El Satiricón de Petronio se conserva fragmentadamente, así lo traduce Fellini en imágenes. ¿Era ésa la mejor manera o, cuanto menos, la más apropiada para hacerlo?

El visionado, con fundidos en negro sin concluir como figura de estilo, condiciona al espectador a entrar en un juego meta-ficcional que implica la interacción con el texto incompleto que Fellini reelabora, rellenando huecos –con episodios de propio cuño como el del hermafrodita– tanto como la evocación a la romanidad clásica, a retazos de un mundo que llega hasta nuestros días a través de lo histórico-arqueológico, con fragmentos de mármol, piedra, ruina, o al imaginario popular que amalgama lo mitológico con lo fantástico, lo social con lo bisexual, lo amoral con lo pagano, la comedia con la tragedia…

Fellini Satiricón muestra una visión de la Roma imperial bastante sombría y decadente.

Fellini Satiricón
Fellini Satiricón

La partitura compuesta por Nino Rota, «acorde» con todo ello, reproduce «los sonidos procedentes del mundo de la preconciencia (…), no música civilizada» (Rota dixit). Fellini, quien hizo expresarse a su reparto con distintos idiomas y dialécticosaspecto que motivase una «breve polémica» entre Pasolini y Alberto Moravia con el ninguneo crítico de algunos periodistas hacia su Teorema (1968) y a favor de – Fellini Satiricón como fondo intuido del roce – ahonda en el arcaicismo para aplicarlo a ese dibujo de una no-civilización regida por la barbarie.

La psique felliniana se sirve de la fantasías preconscientes citadas por Rota para dar forma a cierta concepción mitomaníaca del Imperio Romano; concepción expresada a la manera de rito ficcional pasado por el tamiz de la cultura grecolatina. El relato, por otra parte, no se halla muy lejos en concepto de la secuencia bizarre sobre los frescos de la villa romana desvaneciéndose al contacto con la corriente en la posterior Roma (Fellini, 1972). Otros frescos cierran el film Fellini Satiricón; grabados que inmovilizan, sedimentan, desproveen de autonomía a los personajes principales de la trama para sumirlos en el sueño dentro de un sueño.

Fellini Satiricón, en palabras del experto José M° Latorre, es un filme de aventuras que se vehicula a través del viaje. Para Federico Fellini se trataba de ciencia-ficción.

«Satyricon»

Sus múltiples capas de lectura compatibilizan la riqueza de las posibles interpretaciones, casi nunca excluyentes. El realizador, como en el caso de Toby Dammit, vuelve a sumergirse en un mundo pesadillesco y, por tanto, fantastique tanto por el espíritu que lo impregna como por su letra. Pero poco se ha hablado sobre la epicidad.

Italia arrastra una larga tradición histórico-cultural que encuentra acomodo en el cine épico. La idea del viaje como motor aventurero se transfigura en odisea gracias a Homero y las adaptaciones de su obra, que incluyen el péplum prematuro Ulises (Mario Camerini, 1954).

Fellini ataca directamente la naturaleza humana y la convierte en una amarga sátira.

La virgen de Cabiria (Giovanni Pastrone, 1914) deriva en la prostituta de Las noches de Cabiria (Fellini, 1957). La Strada (Fellini, 1954) incluye a un uomo forte que hace pensar en Maciste, personaje de Cabiria o Maciste en los infiernos (Guido Brignone, 1926), recuerdo infantil del infante Fellini, cuya actriz principal, Elena Sangro, hace un cameo en Fellini Ocho y medio (1963). En La ciudad de las mujeres (Fellini, 1980) tendrá lugar una cita explicita a Maciste. Satiricón de Federico Fellini cuenta con Gordon Mitchell (Maciste el coloso, Antonio Leonviolà, 1961) como bandido que secuestra al semidios hermafrodita.
Así pues, ¿puede entenderse este film como una revisitación al cine épico desde la mirada descreída de un autor que laboraba a finales de los 60, cuando hacía años que el péplum había periclitado? Resulta mucho más fácil hablar sobre «aventura» cuando un género como el épico italiano se halla tan denostado. Pero no por ello debemos dejar de citarlo. Muy al contrario, ya que en la cuna del Mediterráneo reposa el germen de lo épico trasladado al cine. Los norteamericanos no inventaron nada.

La épica, decadentista, amarga, espectral, sensualizada a través de la bisexualidad de los personajes protagonistas, recorre la entraña de Fellini Satiricón.

Los jóvenes estudiantes Encolpio (Potter) y Ascilto (Keller) se disputan el afecto del efebo Gitone (Born), a quien Ascilto secuestra. La presentación de los personajes principales entre los sórdidos prostíbulos subterráneos de la Suburra adquiere el carácter de pesadilla con el terremoto como climático cierre.
Ascilto se marcha con Gitone mientras Encolpio sigue tras ellos. Encolpio llega a la pinacoteca donde conoce al poeta conoce al poeta Eumolpo (Randone). Eumolpo lo introduce en el banquete de Trimalcione (Mario Romagnoli), patricio romano. La orgiastica velada se corona con un recital lírico. El talento de Eumolpo contrasta con la mediocridad de Trimalcione. El anfitrión ordena quemarlo en el horno por la franqueza de la crítica hacia sus versos.

Fellini Satiricón, utiliza la misma estructura narrativa, y la inevitable búsqueda de placer que caracteriza al director.

Encolpio se une a los amantes fugitivos en la galera del traficante del César, Lica (Cuny; afecto al cine felliniano). Lica reta en duelo a Encolpio, le vence pero perdona su vida, disponiéndose a desposar al joven, ante las burlas de sus amigos. Más la caída del César precipita la de Lica. Es asesinado y Encolpio y Ascilto pueden marchar.

Un matrimonio patricio (Bosé y Joseph Wheeler) se suicida tras la muerte del antiguo César. Los amigos retozan con una de sus esclavas liberadas (Hylette Adolphe).
Tras unirse a la caravana donde viaja una insaciable ninfómana, llegan hasta el oráculo hermafrodita al cual secuestran con ayuda de un bandido (Mitchell). El semidios, quien precisa humedecer de contínuo su epidermis láctea, fallece en el desiertoun erial asfixiante-, deshidratado. El trío lucha entre sí, resultando muerto el bandido.

El espectáculo grotesco y sorprendente muestrar un retazo del pasado clásico, dándole a la película una dimensión espectral.

Por corte, sin transición alguna (el momento más abrupto), Encolpio es empujado por unos soldados ladera abajo hacia el laberinto del Minotauro. La monstruosa criatura le vence pero resulta ser un hombre que le perdona la vida. Todo forma parte de la misma representación, pero Encolpio, en la subsiguiente fiesta donde reencuentra al poeta Eumolpo, descubre que ha perdido su virilidad; sólo la recuperará en brazos de Enotea (Donyale Lonna) . Enotea escupe fuego por su vagina como castigo de un mago. El barquero Caronte mata a Ascilto tras llevar a los amigos hasta Enotea.
Eumolpo fallece como rico hacendado. El testamento explicita que los herederos deberan devorarle si desean acceder a sus bienes. Así lo hacen, mientras Encolpio embarca hacia nuevos horizontes.

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Autor Colaborador

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