Pedro Antonio López Bellon

El cine es, indudablemente, entre las distintas expresiones artísticas, una de las que tiene un mayor componente industrial y comercial. Y la que más enraizada esta con el resto de las artes.

El cine y su representación gráfica
El cine y su representación gráfica

 

 

Las películas, además de una manifestación artística, adquieren una condición de ocio de masas, y como consecuencia, una indiscutible finalidad comercial.

 

El cine y su representación gráfica con el cartel cinematográfico, ha sido durante muchos años el vehículo principal, por no decir el único, confluyó para la difusión y publicidad de las películas. Un medio visual de promoción con el solo objetivo de intentar convencer a los espectadores de la visión de la película. Con la, a veces nada fácil, tarea de “vender” la obra para llegar al mayor número de personas y aumentar lo más posible la recaudación económica. Es una de las artes que con mayor claridad combinan la creación con el interés pecuniario. De ahí la importancia que durante tanto tiempo ha tenido la elaboración de estos carteles para la explotación de las películas.

Los carteles de cine se han utilizado desde el inicio. Los hermanos Lumière los usaron ya en sus primeras proyecciones

 

Hoy en día, con los elaboradísimos y desarrollados trailers, las redes sociales, y la saturación de medios audiovisuales, el cartel cinematográfico, ha perdido su esencia y su razón de ser. Además de desaparecer como elemento publicitario. Atrás quedaron los tiempos en que estos entrañables carteles eran el único elemento que disponían los espectadores para decantarse por una película u otra. Ahora han quedado como valioso objeto para coleccionistas o como nostálgico y añorado recuerdo para cinéfilos y enamorados de la ilustración pertenecientes a otros tiempos. No digo mejores ni peores, pero sin duda diferentes. Y muy añorados para los que ya llevamos unas cuantas películas “a nuestras espaldas”.

La escuela de cartelistas cinematográficos italianos ha sido, sin duda, una de las mejores del mundo. Autores como Anselmo Ballester, Ercole Brini o Silvano CampeggiNano”, hicieron de la ilustración cinematográfica, un verdadero y exquisito arte que, echando la mirada atrás, resulta verdaderamente expresivo y bello, a la par que lograba su función de comunicar y “seducir” al gran público. Trascendían así, estas ilustraciones, su función primera y principal para convertirse en una deslumbrante y espectacular exhibición que durante décadas se paseó por donde quiera que se exhibía una película.

El cine y su representación gráfica adquiere significado con Renato Casaro que tiene como objetivo acercar el cine a los espectadores.

Renato Casaro es otro gran ejemplo de la calidad de los ilustradores italianos, que además de por sus carteles de cine, es muy conocido por sus pinturas y sus grabados. Desde muy pequeño sintió una gran pasión por el dibujo y, debido a la falta de estudios y medios sobre la ilustración, fue creciendo como artista autodidacta en la elaboración de los carteles cinematográficos.

En Treviso, su lugar de nacimiento, realizó sus primeros trabajos para posteriormente, con solo 19 años, trasladarse a Roma donde se encumbró y durante mucho tiempo desarrollo su labor como uno de los mejores cartelistas cinematográficos del mundo. Poseedor de un estilo hiperrealista, Casaro trabajo numerosas técnicas: Aerógrafo, cartón, témperas… Pero cuando llego el ordenador como instrumento de creación gráfica, Renato Casaro decidió poner fin a esta etapa de su carrera. Según sus propias palabras “Cuando llegó el ordenador decidí parar por que se perdía la creatividad. Ya no había manualidad, no había creación de la imagen. El ordenador quita el arte, la manualidad, la creatividad, sobre todo la manualidad, porque es un acto técnico y se queda así, frío, se basa siempre en fotos que nunca están vivas como podrían estar gracias a la pintura. Las imágenes deben crear emociones mientras la foto en sí no da esta sensación”

Es la paradoja de los avances técnicos.

Mejoran y facilitan la creación, pero al mismo tiempo la despojan de su alma. La dejan sin personalidad. Afortunadamente contamos con la inmensa obra de este gran ilustrador que en estos momentos cuenta con 84 años y que nos deja como legado un sinfín de ilustraciones que alegran nuestra memoria de cinéfilos y nos invitan a soñar despiertos. A cerrar nuestros ojos y dejarnos llevar por los numerosos recuerdos nacidos al calor de nuestro encuentro con tantas y tantas películas.

 


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Autor Colaborador

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