Jennie. William Dieterle firma una pequeña obra maestra.

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Jennie. William Dieterle, belleza es verdad, verdad es belleza. Es todo lo que sabemos en la tierra y cuanto necesitamos saber.

Vista con la perspectiva y la lucidez que proporciona el paso del tiempo es difícil de imaginar una película como Jennie (Portrait of Jennie, 1948) con otros rostros que no sean los de Joseph Cotten y Jennifer Jones. William Dieterle, director alemán que emigró a los Estados Unidos huyendo de la amenaza del nazismo, consiguió con esta obra una de las mejores películas de su carrera. Una historia de arrebatadora belleza, tanto en su estética como en su concepción. Basada en una novela de Robert Nathan nos presenta a Eben Adams, un pintor arruinado que sobrevive como puede en la ciudad de Nueva York. Un día conocerá a Jennie, una niña con la que mantendrá otros encuentros en los que la chica se ira convirtiendo en una bellísima joven de la cual el pintor se enamora irremediablemente.

Jennie de William Dieterle se entrega en frases como; supe por fin que el amor es infinito, y que la pequeña felicidad de hoy no es mas que una parte de él.

Pocas veces en la gran pantalla podemos encontrar una reflexión tan acertada sobre el proceso creativo y la inspiración. Un análisis tan preciso sobre el artista y su musa. Sobre esa imperiosa necesidad de amar y ser amado como condición para exteriorizar todo el talento y toda la fuerza creativa que el artista guarda celosamente en su interior, a la espera de alcanzar esa comunión, ese orgasmo espiritual y amoroso que es el camino a la inspiración. Un amor puro, atemporal y metafísico.

 

Jennie ama sin coordenadas temporales ni espaciales.
Jennie

 

Dieterle, con la ayuda de la extraordinaria fotografía Joseph H. August, da el tono perfecto para esta historia, confiriendo a la película un aura especial mediante la combinación de romanticismo, fantasía y lirismo. Consigue así una sucesión de planos y secuencias realmente bellas, inspiradoras y raramente meláncolicas. Y todo ello hilvanado con un guión prodigioso, lleno de citas maravillosas, y que está en consonancia perfecta con la historia y las imágenes.

De donde vengo, nadie lo sabe. Y a donde voy, todo va.

Otra de las cualidades que me gustaría destacar de Jennie es su habilidad para aglutinar diversos temas bajo el mismo paraguas de la historia que nos está contando. Además de los ya citados, van apareciendo a lo largo del metraje reflexiones sobre varias cuestiones como la soledad, la muerte, el destino, el paso del tiempo, las oportunidades perdidas o la amistad. Unas tratadas con mayor profundidad que otras, pero que, en su conjunto, logran una película compleja, profunda y con muchas aristas sobre las que pensar y reflexionar. Es evidente que estamos ante una obra con mayúsculas. Una película contemplativa, para ver sin prisas, en silencio y con la máxima atención para tratar de absorber todo lo que nos ofrece. Es, además, una magnífica galería de imagenes sobre la ciudad de Nueva York y sus encantos, que se convierte en uno mas de los personajes que pueblan este universo de Jennie.

Los hilos de nuestras vidas están trenzados juntos y ni el mundo ni el tiempo pueden separarlos.

Soy consciente de que Jennie es una película muy alejada de los cánones del entretenimiento que predominan en la actualidad. Es una película a contracorriente de los títulos que cada semana se agolpan en las pantallas de los cines. Títulos cargados de violencia extrema, (d)efectos especiales y tecnología digital. Todo esto esta bien si nos ayuda a contar una historia. En caso contrario, que suele ser lo habitual, nos encontramos frente a la vacuidad pura y dura. Quiero decir, que merece la pena adoptar la mirada necesaria para ver esta película. Mirarla con los ojos del corazón, del alma y del espíritu. Libres de prejuicios y modas efímeras. Disfrutarla artística y emocionalmente. Y por último analizarla con el intelecto. Se que no es lo habitual en el cine de nuestros días. Pero merece la pena. Os lo prometo.

 


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Autor Colaborador

2 pensamientos sobre “Jennie. William Dieterle firma una pequeña obra maestra.

  1. Alfonso, una de esas películas maravillosas e inolvidables que marcan a fuego nuestra pasión por el cine. Una obra compleja, profunda y que ocupa por derecho propio un lugar privilegiado en el Olimpo cinematográfico. Una de esas películas que no se parecen a ninguna otra.

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