El Camino: Una película de Breaking Bad – Reseña

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Josep Ferran Valls

El Camino: Una película de Breaking Bad aparece seis años tras el cierre de Breaking Bad (2008-2013), la serie televisiva que precede a este seco a la par que descarnado largometraje.

 

El Camino: Una película de Breaking Bad de Vince Gilligan. 2019. Con Aaron Paul, Jesse Plemons, Todd Terry y Matt Jones.
El Camino: Una película de Breaking Bad
El Camino: Una película de Breaking Bad
El cine en «streaming» emitido desde marcas como Filmin o, sobre todo, Netflix, permite rescatar a realizadores que, de otro modo, hallarían difícil salida a sus proyectos más ambiciosos o adultos.
Sabemos que Netflix ha producido a Scorsese (El irlandés) o al autor de Cube, el espléndido -aunque se prodigue poco- Vincenzo Natali (En la hierba alta). Pero también a un Brad
Anderson pasado de rosca (Fractura) o el siempre superficial Michael Bay (6 en la sombra).

En los últimos tiempos, y cada vez con mayor insistencia, debemos tener en consideración las plataformas digitales.

Esas mismas plataformas facilitan la puesta a punto de títulos firmados por realizadores menos conocidos, igualmente imposibles de ver en pantalla grande. Títulos entre los cuales se hallan los telefilmes que prolongan o cierran tramas de conocidas series.
En esa tesitura se encuentra El Camino: Una historia de Breaking Bad.
El Camino se puede seguir sin temor a perderse aún sin haber visionado Breaking Bad. Es cierto que conviene tener nociones argumentales de la serie para disfrutar con la breve aparición de algunos personajes heredados por ella. Y conocer mínimamente al, allí secundario y aquí protagonista, Jesse Pinkman (Aaron Paul). Pero he visionado el largo antes que la serie y ese factor no ha interpuesto en mi Camino el menor escollo.
Aquí, el traficante Pinkman -quien se unía al químico y enfermo irreversible Walter White para producir y distribuir metanfetaminas- adquiere protagonismo principal. En su rostro amargo se adivina el poso de un largo sufrimiento…
La historia que expone Gilligan, creador de Breaking Bad, guarda concomitancias con cine negro. También el western se da cita en escenas con el desierto como fondo y el duelo a muerte en la oficina de la fabrica. Pero sobre todo el thriller, contenido pero abocado a un final explosivo, precisamente en el tiroteo de la citada fábrica.
El lacónico Jesse sufre un trato humillante. Es rebajado a nivel de esclavo por sus mafiosos captores, quienes llegan a confinarlo en una jaula.
El relato transcurre entre vejaciones, tensión y la espera por parte de Pinkman de su momento revanchista. No sólo sirve la escapatoria. Debe obtener retribución, monetaria y, si se tercia, personal.

Las secuencias en el interior del apartamento desmenuzado donde Jesse deshace paredes, muebles y suelo en busca del dinero negro oculto, sufriendo constantes, peligrosas injerencias externas, se resuelven sin prisas, en permanente suspense y ejercen como muestra inmejorable de la originalidad que impregna los fotogramas de este filme atrevido.

 

 

 

Autor Colaborador

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