Érase una vez en Hollywood de Quentin Tarantino – Análisis
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Érase una vez en Hollywood de Quentin Tarantino: Como siempre en el cine de su guionista y realizador, un espectáculo para los sentidos destinado a los fans y a los conocedores.
Érase una vez en… Hollywood de Quentin Tarantino. 2019. Con Leonardo DiCaprio, Brad Pitt, Margot Robbie, Al Pacino, Timothy Oliphant, Margaret Qualley, Emily Hirsch, Damian Lewis y Kurt Russell.
Ya se ha dicho -sin ir más lejos, por el propio Tarantino- que Once Upon a Time… in Hollywood es un compendio de motivos empleados por el director de Kill Bill a lo largo de su filmografía.
Dicho de otro modo, al contrario que en los títulos precedentes, éste no se retroalimenta a nivel estructural sólo con el poso del cine pretérito que Tarantino adoraba como joven espectador (que también). Aquí los referentes estilísticos y genéricos de la época evocada, el Hollywood de finales de los sesenta del pasado siglo, se destilan con el filtro de la auto-referencia. Y en algún caso concreto, como la cita a las series televisivas del oeste, la parodia.
Todo éso, en principio, no tiene porqué ser ni bueno ni malo. Simplemente se trata de una elección formal. En suma, el resumen y la reelaboración estilística de una obra; casi como un auto-homenaje. Y la recurrencia a los estilemas audiovisuales de un autor cuyas constantes ya se han asentado de sobras con el paso del tiempo.
Al igual que hiciese en Malditos bastardos respecto a Hitler y el nazismo, disconforme con los tristemente famosos asesinatos del clan Manson en la persona de Sharon Tate (aquí, la magnífica Robbie), su bebé nonato y sus amistades, Tarantino reescribe la historia según su particular sentido vindicativo. Lo hace de manera bastante divertida, también.
El realizador se pasea por la ciudad, los estudios y alrededores (incluido el Spahn Ranch de Manson, ausente del film, pero no sus acólitos), con verdadera delectación.
Lo cual permite un enfrentamiento entre el chulesco Bruce Lee y el doble especialista del actor televisivo Rick Danton (DiCaprio), encarnado por un Brad Pitt peinado y vestido a la manera de Robert Redfort. Pero también la visita de Tate a la sala cinematográfica donde proyectan su film La mansión de los 7 placeres (Phil Karlson), última y mediocre entrega del jocoso agente Matt Helm encarnado por Dean Martin y cuyas secuencias de combate fueron coreografiadas por el propio Bruce Lee.
El festín de homenajes, presentados por Tarantino con verdadera delectación, se extiende a su querido spaghetti-western. Rick se ve condicionado por su bajada de popularidad al fracasar en su trasvase de la televisión al cine a aceptar un contrato con el productor que interpreta Al Pacino, maniobra destinada a hacerle protagonista de co-producciones con Italia en clave westerniana. Ello permite a Tarantino introducir como futuros realizadores de Rick al español Joaquín Romero Marchent o su idolatrado Sergio Corbucci. Recordemos el tributo explícito a Django de Corbucci en la, por otro lado, mediocre Django desencadenado, con cameo incluido del intérprete de aquélla, Franco Nero.
Érase una vez… en Hollywood entusiasmará a los seguidores de Tarantino, agradará a los que amamos el cine y la cultura de los años sesenta y epatará quienes se dejen seducir por la narración fluida de una película tan sencilla como entregada con pasión a lo que cuenta.
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