Reseña – Cantando bajo la lluvia

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Fernando Costa

Cantando bajo la lluvia surgió a principios de la década de 1950, cuando la industria había alcanzado una distancia madura de sus orígenes silenciosos. Es una experiencia trascendental, y nadie que ame las películas puede darse el lujo de no visionarla.

Stanley Donen, Vincent Minelli y Gene Kelly aportaban cosas y estilos distintos; también el productor Arthur Freed fue esencial para cambiar, ampliar y enriquecer el musical cinematográfico en general y los de la Metro en especial. Pero en diversas combinaciones, dieron lugar a una serie de obras coherentes que marcaron la época dorada del género. Y esta película es el ejemplo más acabado. Un musical sobre el cine que es una de las mejores películas del cine sobre sí mismo y uno de los mejores musicales de siempre el musical de aquellos a quienes no les gusta el género, se suele decir.

Donald O'Connor, Debbie Reynolds y Gene Kelly en Cantando bajo la lluvia.

Todo es mentira: como Don Lockwood cuando presenta la película y cuenta su biografía (los espectadores saben que miente, los otros personajes no); como cuando Kathy Selden se presenta como actriz de teatro y dice no ver películas; los insultos entre los actores durante el rodaje de una escena aprovechando que la película es muda; la declaración de amor en que Don construye el decorado para Kathy; o que la canción del número Make ‘Em laugh! sea un plagio a Cole Porter que este dejó pasar… O paradojas como que Gene Kelly no quisiera rodar la canción que da nombre a Cantando bajo la lluvia , porque no iba a hacer más que… bailar bajo la lluvia.

Uno de los musicales más grandes y exitosos jamás filmado, lleno de canciones memorables, rutinas lujosas y bailes de un magistral Kelly interpretado bajo la lluvia.

Y, sin embargo, el conjunto no es solo un homenaje sincero al cine, sino que es también una narración sobre el paso del mudo al sonoro y una carga de profundidad contra los estudios. Hay personajes tan logrados como Nina Lamont, mezcla de malicia, simplicidad y ambición que borda Jean Hagen; Cosmo, el amigo de Don que interpreta Donald O’Connor; o ese R. F. Simpson que no deja de ser un homenaje a Arthur Freed. La trama refleja una serie de situaciones crueles y días duros, como el que vive el desternillante director con el micro de Nina escondido en su collar. La suma, sin embargo, es siempre positiva, una película optimista y alegre.

No hay una película musical más divertida que Cantando bajo la lluvia, y pocas que permanecen tan frescas a lo largo de los años

Cantando bajo la lluvia

Quizá su éxito se debió a que los números funcionaban: en un musical, la canción debe hacer avanzar la trama, explicando una situación, la relación entre dos personajes… así que para público que no hablase inglés, este género se hacía difícil de seguir y muchos perdían el interés cuando empezaban a cantar. Pero aquí, se explica lo que se va a hacer en la canción, mediante diálogo y trama, y el resultado es una narración fluida. Aunque, claro, la clave es que los números funcionan, desde el divertido Make ‘Em Luagh! al Goord Morning! o el complejo, caro y de rodaje complicadísimo que cierra Cantando bajo la lluvia, casi una película dentro de otra. Aunque quizá este sea lo que peor ha envejecido de toda la trama.

Y llegamos, por fin, a la lluvia. Que llueve bastante, para una película ambientada en la soleada California. Y siempre en momentos de derrota y melancolía, excepto en el número cumbre: Gene Kelly chapotea como un niño en los charcos, baila y canta en un número perfecto que es, simple y llanamente, la mejor representación de la felicidad de la historia del cine.

 

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Autor Colaborador

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