Cleopatra de Theda Bara – Reseña Cine

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Cleopatra

Cleopatra

Josep Ferran Valls

En Cleopatra, punto álgido en la carrera interpretativa de Theda Bara, la polea épico-dramática gira sobre el eje de la sensualidad.

 

Cleopatra de Theda Bara; J. Gordon Edwards. 1917. Con Theda Bara, Fritz Leiber Sr., Thurston Hall, Henri De Vries, Albert RoscoeHerschell Mayall.
El cinema silente sufrió la dolorosa desaparición de títulos archiconocidos para el crítico y aficionado como Horror o El extraño caso del Dr. Jekyll (Der Januskopf, F. W. Murnau, 1920), versión apócrifa del tema «Jekyll/Hyde» de Stevenson interpretada por Conrad Veidt, el Cesare de El gabinete del Dr. Caligari (ver reseña). O también La casa del horror (London after Midnight, Tod Browning, 1927), con Lon Chaney en el papel de falso vampiro que años más tarde heredaría Bela Lugosi en su remake, La marca del vampiro (Mark of the Vampire, Tod Browning, 1935).

El caso de Theodosia Goodman, en arte Theda Bara, es doloroso por cuanto el 90% de su filmografía se halla (salvo novedad) irremediablemente desaparecido. Cleopatra no supone una excepción a la regla.

A través de la Filmoteca de la Generalitat Valenciana conseguí visionar el único filme conservado de la Bara, A Fool There Was (Frank Powell, 1915) película muda que empezó a cimentar su fama como vampiresa cinematográfica. Importante testimonio fílmico de una época pero, a nivel artístico, melodrama mojigato, ejemplarizante, donde The Vampire (Bara), a bordo de un crucero, seduce a John Schuyler (Edward José), rico diplomático y esposo devoto, enseñándole picaronamente la pierna por debajo de la rodilla.
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El avispado productor William Fox tomó nota del éxito comercial -llegando a reestrenar el film años más tarde- y transformó a la actriz judia, a su pesar, en una diva con falso origen místico-oriental (sabemos que «Theda Bara» es un anagrama de «Arab Death=Muerte Árabe«). De ese modo, Bara pronto quedó encasillada en el papel de devoradora de hombres en producciones gravosas.

La más célebre, seguramente, sería Cleopatra. Realizada por Edwards, su director de cabecera, la película enseguida superó en popularidad a la inmediatamente anterior Helen Gardner in Cleopatra (Charles L. Gaskill, 1912), según Victorien Sardou;  filme conservado en la actualidad.

Cleopatra muestra a Theda Bara en todo su esplendor erótico. Emplea, para ello, un maquillaje estilizado más un guardarropa extenso trufado de escotes, transparencias y complementos.

El guión, obra entre otros del novelista H. Rider Haggart o el propio Sardou, fantasea -como en las versiones posteriores de Cecil B. DeMille o Joseph L. Mankiewicz– sobre el período histórico de la antiguedad clásica donde la reina de Egipto se alía y relaciona con Julio César y Marco Antonio, aquí encarnados por Leiber Sr. y Hall, respectivamente.
El matiz más llamativo de Cleopatra, por cuanto supone una variación original sobre el conocido tema, lo impone la presencia del sumo sacerdote Pharon (Roscoe). Julio César y Cleopatra hacen planes de amor y conquista pero, tras la muerte del ambicioso romano con los «idus de marzo«, el poder religioso egipcio considera escandaloso el comportamiento liberal de Cleopatra y dicta sentencia contra ella. Pharon debe asesinarla, empleando para tal fin la daga sagrada. Pero cae bajo el influjo fascinador de Cleopatra, enamorándose. El sumo sacerdote rinde su afecto por completo a la soberana, llegando al extremo de brindarle el tesoro de la tumba familiar, tesoro que Cleopatra emplea, sin embargo, para viajar hasta Roma y seducir a Marco Antonio. Antonio se traslada junto a ella a Alejandría, fastuosa ciudad donde ambos vivirán su amor.

Cleopatra es mostrada como una mujer cuya carnalidad le permite atraer a los hombres, en una busqueda compartida de poder y pasión.

La boda por conveniencia de Antonio con Octavia (Genevieve Blinn), hermana del sobrino de César, Octavio (De Vries) no le hace olvidar a Cleopatra. Así, los amantes se reúnen de nuevo. Desafían el poder de Octavio en la batalla naval de Actium y pierden, refugiándose en Alejandria. Pero éste les alcanza y derrota. Antonio expira en brazos de la reina. El todavía enamorado Pharon interviene, temeroso de que su soberana sea arrastrada por el carro de Octavio y le procura el aspid que muerde su pecho. Cleopatra fallece empuñando el cetro y luciendo su corona, símbolos del poder egipcio.
Hollywood, al cabo de los años y en pleno auge conservadurista, calificó aquella obra sensual, libre de complejos, como inmoral, impúdica, condenándola al ostracismo. El infortunio se abatió sobre Cleopatra, culminando su desgracia con el incendio de los estudios Fox, donde se quemaron las últimas copias de la película.

En la actualidad, sólo se conservan algunos fragmentos y nutrido material fotográfico publicitario.

 


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