Josep Ferran Valls

1917 de Sam Mendes renuncia a la lógica narrativa en favor de un virtuosismo que aleja el relato del espectador, para mostrar en primer término al creador, preservando la épica grandilocuente del mejor cine

 

1917 Sam Mendes. 2019.

1917
En lo más crudo de la Primera Guerra Mundial, dos jóvenes soldados británicos, Schofield (George MacKay) y Blake (Dean-Charles Chapman) reciben una misión aparentemente imposible.

 

Con Andrew Scott, Richard Madden, Dean-Charles Chapman, Colin Firth, Benedict Cumberbatch y Mark Strong.

 

El arte secuencial tiene como figura primaria y centro de toda la evolución expresiva el plano. Existen muchos tipos de plano y ello en base a su angulación y su distribución del espacio. Primer plano, plano corto, medio, general… Para construir una secuencia suelen utilizarse varios y diversos planos separados por corte. La excepción a ese montaje la hallamos en el plano-secuencia.

El plano-secuencia: la excepción del arte secuencial.

 

En un plano-secuencia no estático pueden hacerse servir todos los planos y angulaciones deseadas a través de la panorámica y el travelling. Rencuadrando y ofreciendo diversos puntos de vista sin necesidad de planos-contraplanos; excluyendo el corte, el fundido encadenado, fundido en negro, cortinillas o cualquier efecto de transición óptica que interrumpa el plano y de paso al siguiente.

 

La verdadera guerra, se libra entre la impecable forma de la película el lucimiento técnico.
La verdadera guerra, se libra entre la impecable forma de la película el lucimiento técnico.

 

Son muy famosos algunos planos-secuencia con grúa y en movimiento continuo de Sed de Mal, donde Orson Welles se acerca al cine negro desde una mirada escéptica, desencantada; pero no desprovista de mítica: la escena de los créditos. La cámara acompaña al coche que cruza la frontera mexicana y terminará explotando o el clímax con la dinámica persecución a pié y en travelling de Charlton Heston y Welles.

 

Cuando Alfred Hitchcock afrontó el rodaje de La soga con la voluntad de integrar su película. En un único, ininterrumpido plano-secuencia los avances en efectos visuales no le permitían gozar del virtuosismo técnico con el cual ha contado Sam Mendes a la hora de ultimar 1917.

 

«La idea se basaba libremente en una historia que me contó mi abuelo» S. Mendes

 

Una fotografía impecable, que es pura poesía visual
Una fotografía impecable, que es pura poesía visual

 

Hitchcock pretendía respetar la unidad de tiempo y espacio que esgrimia la obra teatral cuyo adaptación ponía en marcha. Para ello, la cámara montada en travelling se deslizaba a través del decorado de un apartamento cuyas paredes no cesaban de elevarse para darle paso. Si bien la lógica del proyecto en cuanto a concepto exigía que el rodaje sucediese de forma ininterrumpida, como la función de teatro, en la práctica, debido a la necesidad técnica de cambiar el rollo cuando se consumía el metraje del mismo.

 

En La Soga, la técnica sirve a la historia.

 

La linealidad expresiva sufría altibajos, resueltos por Hitchcock de manera abrupta con el visor acercándose a cuerpos y objetos y disimulando el corte pasando a negro. Pese a todo, la excelente selección de movimientos de cámara, angulaciones y el buen pulso narrativo que el realizador aplicaba hacían que diésemos poca importancia a la simulación de cortes y siguiéramos con interés la evolución de los personajes por el piso en su empeño de ocultar un cadáver, unos, y descubrir, otro, el gato encerrado. En La Soga, la técnica sirve a la historia.

 

 

Sucede lo contrario en 1917 San Mendes, situada en Francia durante la Gran Guerra.

 

Si bien es cierto que en 1917 Sam Mendes nos identifica con los soldados británicos protagonistas a través de su relación de amistad, de la necesidad por parte de uno de salvar a su hermano y de la odisea contrarreloj que ambos emprenden con objeto de avisar al regimiento situado en territorio enemigo de la trampa a la que están abocados a caer por parte de los alemanes. Lo hace con la voluntad de sobrepasar las necesidades expresivas del relato, usando de manera forzada el único y pulcro plano-secuencia cosido a la perfección por la magia digital: giros gratuitos de la cámara para suplir el plano-contraplano, reencuadres forzados por la imposibilidad de cambiar de ángulo por corte, ausencia de elipsis en los escasos -éso sí- momentos relajados…

 

La imposición visual reina en 1917.

 

1917 no necesita recurrir a un plano-secuencia o plano-película, porque la variedad de escenarios y puntos de vista y su oscilante relación con lo que se cuenta queda ahogado por esa imposición visual, por la dictadura de la imagen impuesta, por la renuncia a la lógica narrativa en favor de un virtuosismo que aleja el relato del espectador para mostrar en primer término al creador que debería situarse a la sombra de éste. Por el empeño, en suma, de hacer algo porque se puede, no porque se necesite.

 

Su sonido, sus efectos especiales... todo está medido y con el fin de deslumbrar al espectador
Su sonido, sus efectos especiales… todo está medido y con el fin de deslumbrar al espectador.

 

Si algunos westerns de Sergio Leone se planificaban en base al minutaje de la banda sonora de Ennio Morricone, estirando las secuencias para ilustrar la música. Mendes ajusta la historia que cuenta a las necesidades expresivas del plano sin corte. Hitchcock nos decía que resulta fácil imaginar espectaculares y complicados planos, lo difícil es integrarlos de manera funcional en el relato fílmico.

 

Mendes, autor de la hortera American Beauty o la risible Skifall, recurre al método del videojuego pero sin utilizar la cámara subjetiva. Algo más razonable pero menos comercial que el método escogido. Que la cámara reemplazase a uno de los soldados protagonistas hubiese anulado los defectos de forma. Pero no es mi función escoger la metodología sino evaluar el método de lo filmado.

Seguro que los Oscar le dan la razón a Mendes. Al fin y al cabo, nos encontramos ante una película menos arriesgada de lo que se pretende y que recurre a lo digital como coartada artística instrumentalizada para vendernos humo y dirigida a la conquista de la comercialidad.

 

Te recomendamos        Buñuel en el laberinto de las tortugas            Diamantes en bruto

 

Autor Colaborador

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio web utiliza cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando está dando su consentimiento para la aceptación de las mencionadas cookies y la aceptación de nuestra política de cookies, pinche el enlace para mayor información.

ACEPTAR
Aviso de cookies