El salario del miedo – Henri-Georges Clouzot

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El salario del miedo
Isabel Novoa

Henri-Georges Clouzot vuelve a su género favorito, el drama oscuro con El Salario del Miedo se atreve al instinto primario y la miseria moral.

La fotografía es de un realismo desgarrador.

 

Para algunos de nosotros H.G. Clouzot obtiene de sus obras el misterio virtuoso que sobresale, sorprende y asusta. Basada en una novela de Georges Arnaud, nombre que utilizó para evitar el suyo verdadero, el de Henry Girard, envuelto en un tormentoso asesinato por parte de su familia, en 1942 como principal sospechoso.Tras 19 meses en la cárcel, lo declararon inocente por falta de pruebas y se refugió en Venezuela donde se fraguó la idea del Salario del miedo, cuyo argumento esta inspirado en hechos reales, vividos entre 1943 y 1949. Época del escritor en la República bolivariana.

Clouzot combina el dominio formal, la perversidad atmosférica y una ambición atrevida en su forma de expresión desproporcionada y totalmente elogiada en sus películas.

 

Este fotograma representa el tormento de los desheredados, perseguidos y excluidos.

 

La cinta es estructural, tanto en los términos de la trama como de la narración. Creando una atmósfera húmeda y sofocante de Las Piedras, el pueblo con un paisaje rural de Guatemala, con una América Central en pleno desarrollo.

 

Sus personajes, así como las relaciones conflictivas entre ellos, el retrato de continuas miserias, desilusiones justificadas en destino pero convertida en una prisión infernal. Las condiciones extremas se reflejan en dos hombre Montans y Vanel dos trayectorias paralelas que nunca se encontrarán.

 

El cineasta galo siempre alcanza niveles magistrales de expresividad sobre el comportamiento de los hombres ante una situación extrema

 

En El salario del miedo, una compañía petrolera ofrece una gran suma de dinero a quien acepte conducir unos camiones cargados con nitroglicerina a través de 500 kilómetros de pistas para extinguir un incendio en un pozo de petróleo.

 

El suspense adquiere una dimensión y también un contexto político y social, en forma de carretera a bordo de un peligroso camión donde justifica meticulosamente la miseria humana a ritmo muy lento. Vemos los neumáticos que se mueven gradualmente en la perversa medida del sufrimiento intencionado y pegajoso de Clouzot, sin obstáculos sin nada que lo impida, ni el estrés de la carga evitará la carrera del más valiente.

 

 

Este clásico francés de 1953, recibió la Palma de Oro en el festival de Cannes y el Oso de Berlín.

 

La edición es impecable, con una atmósfera adictiva ayudada por una ausencia de música a excepción de algunos toques clásicos. El blanco y negro incomoda en varias secuencias, con unos planos tan hermosos como deprimentes perturbadores, diezmando a la única razón, la de la supervivencia… Se muestran contenidos en una amarga explosión, que hace volar todo por los aires; es el motor que hace avanzar la narración hipnótica, incluso en el silencio del calor agobiante la angustia de los 140 minutos que dura.

 

Durante la proyección en el festival de Cannes de esta obra de Clouzot, el 15 de abril de 1953, Edward G. Robinson, miembro del jurado, declaró «Acabo de recibir una patada brillante en la parte inferior del abdomen» . Además de los numerosos premios, esta película alcanzó un inmenso éxito público con siete millones de espectadores.

 

Autor Colaborador

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