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Josep Ferran Valls
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Viaje a Júpiter de Segundo de Chomón-Reseña

En la tradición fílmica sobre viajes maravillosos a la manera de Viaje a la luna (George Méliès), Segundo de Chomón, turolense afincado en Barcelona y emigrado a París, realiza para la casa Pathé Frères el filme Viaje a Júpiter.

 

Viaje a Jupiter de Segundo. La película

 

Viaje a Júpiter de Segundo de Chomón. Junio de 1909. Pathé Frères, n° 2863. 8’4 min.

El guionista y director Chomón, durante la época del cine de atracciones -que se circunscribía a la filmación de trucos mágicos y «féeries»- adquirió gran virtuosismo elaborando trucajes, al punto de hacerse un hueco importante en la casa Pathé.

Viaje a Júpiter demuestra sus aptitudes a la hora de incursionar en un cine argumental que, sin dejar de lado la atracción, caminaba en paralelo a la narratividad primitiva que se imponía como evolución lógica del lenguaje cinematográfico.

La película, coloreada a mano, no se sirve, solamente, de decorados para relatar su historia pues también recurre, como escenario auténtico, a un castillo de piedra. Puede que así se pretendiera abaratar costes, sin embargo, el contraste entre la fantasmagoría bidimensional de estudio y los exteriores medievales como doble marco por donde evolucionan los personajes disfrazados deviene alucinatorio.
La representación antropomórfica de los planetas, aunque similar al método humorístico de Méliès en lo que atañe a las apariciones del rostro jupiteriano y luego, por lo que respecta a la mujer de la media Luna pero también al anciano de Saturno y el guerrero de Júpiter, abraza diversas iconografías. Contemporánea en el caso de Selene. Se diría que clásica por lo que respecta a los otros. ¿Hablamos sobre una adaptación prematura de los mitos romanos? Muy aventurado pero cierto en cuanto al trazo fisonómico de las últimas entidades planetarias.

Viaje a Júpiter de Segundo de Chomón rechaza el mínimo recurso pseudo-científico para avanzar con ligereza entre lo fantástico y el onirismo de trasfondo irónico.

 

El plano de abertura nos sitúa ya en el castillo medieval, concretamente, visitamos el observatorio del Astrónomo; o Mago, pues por la larga barba y el gorro cónico que luce evoca la imagen popular de Merlín. Le acompañan el Rey, también por rasurar, con mostachones y barba mediana, y su Bufón. Gracias a la indumentaria, el trío parece extraído de una baraja de cartas española (para el caso, francesa). El monarca luce un casco de oro con dragón alado que lo asemeja a Jaume l. Mientras el Bufón hace malabares con una bola pero también con su varilla y su plato, demostrando al espectador que el uno no cae por andar sujeto al otro, el Mago abre la ventana, permitiendo al Rey echar una mirada por el telescopio.
El segundo plano nos ofrece una visión subjetiva de Júpiter a través de la lente. La faz del planeta gesticula al sentirse observada -el efecto se logra enmarcando el rostro humano en un círculo hueco-. Las nubes se entrecruzan por sobreimpresión.
El tercer plano, similar al primero, resalta el entusiasmo del Rey. Su astrónomo, ayudado por el cómico, acerca hasta él (y frente a nosotros) la mesa con atril donde reposa un libro enorme -medio metro de longitud, aproximadamente- con cubiertas de cuero, y lo abre.
Por corte y en plano medio 3/4 seguimos el raccord de movimiento con Merlín pasando las hojas del volumen abierto. Pronto brotan las imágenes. El incunable deviene pantalla cinematográfica donde visionamos en falso travelling vertical el cielo, nubarrones, estrellas; una escala de cuerda que vence la media Luna, Saturno, Júpiter y aún otro mundo.
Volvemos al encuadre general: el Rey conduce al Mago hasta afuera.
Viaje a Júpiter de Segundo de Chomón
En cuatro planos seguimos el recorrido por los exteriores reales: el patio, la salida al mirador (en contraluz) y la propia balconada con baranda de piedra. Jaume l, impaciente, empuña su catalejo, pero en dirección errónea. El Astrónomo le indica la correcta, o sea, el ángulo izquierdo. Desde allí, contemplamos Júpiter en primer plano subjetivo; sus ojos escupen «polvo» y el disco planetario gira sobre sí mismo, alegre; en fundido encadenado, oteamos las montañas que se encienden y estallan, la furia de los volcanes. Este estrépito afecta a los otros astros. Fundiendo, se nos muestra ahora a Mademoiselle Selene reclinada sobre la media (cuna) Luna mientras se extingue la precipitación que despierta a su bebé.

Plano medio lateral del Mago junto su soberano, quien comenta las visiones con entusiasmo y vuelve a posar el ojo sobre la lente.

 

El catalejo ahora muestra al anciano Saturno sentado sobre su planeta; con los zapatos, pisa los anillos cuyo zarandeo le apura visiblemente.
De nuevo el plano medio con el dúo y, ahora, la visión de Júpiter. Un guerrero armado se materializa, en pié sobre su nido de rayos tormentosos.

Seguimos el recorrido del Rey y el lacayo, en orden inversa, hacia el observatorio.

 

Allí, en plano general, el Bufón masca una hoja del incunable. Acto seguido, la escupe sobre el astrónomo, quien se encoletiza. El monarca junta las palmas e inclina la cabeza, haciendo el gesto de dormir; el cómico se refugia en su capa y el trío abandona la sala.
Pasan al dormitorio, donde el Rey vuelve a mostrar deseos de acostarse y les ordena abandonar la alcoba. El Mago lo hace pero el Bufón se muestra reticente. Al final se duerme con la cabeza apoyada en un taburete mientras su Rey -vestido pero sin casco- cierra los ojos sobre el lecho de madera bellamente labrado.
Por sobreimpresión, la cama aparece en la playa: ¡presenciamos un sueño! Al fondo, nubes, oscuridad; el astro que baja. De pronto, el Rey «despierta», descubre la interminable escala de cuerda que se pierde en el cielo (recurso de cuento infantil), se ajusta el casco y sube por ella.
Las nubes -recortadas como un patrón- pasan veloces mientras el soberano gana altura sobre un fondo de estrellas.
Otro plano muestra las dificultades de la escalada.
Por fin -plano cenital con travelling simulando verticalidad- llega hasta Mademoiselle Selene, quien lo saluda con la mano. Supera a La Luna y avanza hasta Saturno. El anciano intenta disuadirle de abandonar y le amenaza con afiladas, enormes tijeras. El noble hace caso omiso. Llega sin más hasta Jupiter, donde el guardián, blandiendo espada y escudo, lo desafía. El Rey se lanza en plancha hacia el planeta.
El siguiente plano -falsamente cenital, con capas jupiterianas avanzando- lo muestra en caída libre; un ligero movimiento de cámara lo acompaña mientras se precipita al vacío.
Toma general: ajupiteriza sobre una cordillera montañosa. Las nubes se hunden, dando paso a nativos provistos con escudo y lanza, quienes arrojan sus picas sin mediar aviso. El Rey desenvaina la espada, los soldados yerran y se contorsionan, siendo desintegrados por la hoja de acero -instante que recuerda a los selenitas de Méliès fulminados por los bastonazos de Barbarrevuelta-. Pero la fuerza del número inmoviliza al terrestre. Los soldados le toman prisionero.
Durante el siguiente cuadro, lo llevan a presencia del dios Júpiter, quien pasea junto al trono situado sobre un patio de inspiración clásica, con columnas y enredaderas. El Rey, en libertad, le explica como ha llegado hasta su planeta. Júpiter consiente en darle la mano pero, al entrechocar ambas, se produce un fogonazo. Luego, posa la palma sobre la espalda real, con idéntico resultado. El dios advierte la inferioridad de condiciones en que se halla el monarca y le pierde el respeto. Toma los rayos del trono, volteándonos; así consigue que el hombre se agite, zigzagueando de forma compulsiva -a cámara rápida-. Por la espalda, lo alza en vilo, acarreándolo fuera del patio. La guardia los custodia.

Una toma lateral muestra como el Rey es arrojado al abismo.

 

Viaje a Júpiter de Segundo de Chomón
De nuevo, el mismo plano de caída que presenciáramos pero a la inversa: el Rey avanza ahora hacia delante.
Una vez propulsado el terrestre hacia la escalerilla, el travelling con cámara cenital lo acompaña en su descenso. Infortunadamente, al pasar por Saturno, el anciano corta las cuerdas con sus titánicas tijeras.
El próximo plano seguirá el mismo método de filmación, mientras el Rey cae sin control, enrrollándose en la escalerilla.
Por corte, una bruma se disipa, deslizándose hacia la izquierda: nos hallamos en el dormitorio Real. El monarca, soñando todavía, se convulsiona y agita las sábanas que le oprimen como si fuesen las cuerdas de la escalera. A trompicones, se derrumba con estrépito sobre el Bufón.


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