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Los buenos veranos 1-6 – Reseña Cómic

 Los buenos veranos supera con nota alta las expectativas y suscriben la autoría como auténticos genios de relatos a Zidrou y Lafebre

El belga, afincado en España desde hace años, Zidrou es capaz de conjugar emociones con un estilo ya afianzado, haciendo de la veteranía una expresiva crónica de aparente sencillez y naturalidad con la serie Los buenos veranos.

 

 

Familia FALDÉRAULT

 

 

Jordi Lafebre no parece tener límites y dota a cada personaje de expresiones y gestos únicos, construyendo un tapiz que imprime una fuente de energía que sobrecoge, sus trazos destilan la resobada trascendencia de andar por casa ratificado aquí su enorme talento.

 

 

En el primer volumen, “¡Rumbo al sur!” (1973) esta poco común familia viajan en su viejo coche hacia la costa del sur de Francia con un gran amigo de Pierre, Chuky. Un largo de viaje donde no importa el destino sino el camino en sí, un camino particular el de este verano donde se deciden cosas trascendentales para cada uno de los miembros. Una tragedia sucede que corta las vacaciones poco antes de iniciarlas impidiendo.
El segundo, “La Cala” (1969) nos presenta al abuelo paterno, el yayo Miguel, con raíces españolas, emigrado por la guerra civil y albañil de profesión que por error es notificado de la llegada de la cuarta personita de la familia. Los tres hermanos son pues más pequeños que en el primer volumen y nos narran nuevas aventuras en las costas francesas junto a intrépidos marineros, bondadosos granjeros y un gran cánido trigueño y bonachón.

      En las vacaciones, ni acercarse a los fogones. ¿Para qué pelar patatas cuando puedes abrir latas?

 

En el tercer capítulo, “Don Bermellón” (1962), se nos presentarán a los abuelos maternos con una estirada y coqueta abuela y un bajito y regordete abuelo. La segunda niña de la familia, Nicole, es un bebé lactante junto con la adquisición del miembro impersonal pero imprescindible en todas las vacaciones de la familia su Renault 4L, color rojo bermellón de donde radica su nombre. Las vacaciones las intentará dirigir “yayivette» con su guía Michelin. Asueto y pérdida de horarios frente a rigor y rigidez una mezcla perfecta si se combina bien.

 

 

 

 Vamos al sur de Francia en el cuatro latas, clap clap, vamos al sur de Francia en el cuatro latas. Yupi, yapa, yupi, es verano!

 

 

 

 

El cuarto, “El descanso del guerrero” (1980), nuestros protagonistas (varios en plena adolescencia) se van a un chalet llave en mano… Bueno al llegar el chalet está compartimentado pero no iniciada la construcción… Una cuestión sin importancia ya que toda la familia está de vacaciones dispuesta a pasarlo bien y a disfrutar del sol y el calor. En esta ocasión al finalizar la aventura podremos disfrutar de tener unos cuantos bocetos de esta novela gráfica.

Después de una derrota siempre hay que levantarse.

 

 

En el quinto volumen, “La fuga” (1979), el pequeño Louis planifica su propia aventura paralela a la de su familia al menos por un breve espacio de tiempo y la hija mayor, Julie, se queda en casa para preparar exámenes. Al final de este volumen hay un relato “La casa que soñaba con irse de vacaciones”.

 

 

 

Y ya en la última aventura publicada, “Las Retamas” (1970), volvemos al verano, los largos viajes en coche buscando el calor y el sol costero junto con nuestra querida familia. Volvemos a los tiempos de la infancia, tanto que la pequeña Pépète aún no ha nacido en este volumen pero si aparece en el avanzado embarazo de mamá Faldérault. Este verano lo pasarán, tras tener un problema con el coche, en una casa de campo cuyo nombre da título al libro. La casa regentada por dos mujeres trabajadoras, aventureras y valientes da cobijo a toda la familia y muestra los tesoros de la naturaleza.

En cada uno de los volúmenes tratan temas de calado como el desprecio de una sociedad rancia, la diferencia y la aceptación, la vejez, el resentimiento y el amor por encima de todo.

¿Recuerdas esos gloriosos veranos de tu infancia? En estos seis volúmenes todas las posibilidades del medio quedan plasmadas, la condición humana, la esperanza y la fuerza interior plantea al papel la posibilidad de evadirse y echarse unas risas, demostrando que el territorio de la novela gráfica es todo un privilegio para los lectores. La familia Faldérault ya ocupa un hueco en nuestras estanterías y en nuestros corazones.

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