Amante del cine y la literatura. Practica la escritura, el dibujo, la foto y el cortometraje.
Josep Ferran Valls
lang="es"> La noche de los muertos vivientes. George A. Romero-Reseña Cine. - Séptimo & Noveno Arte
Icono del sitio Séptimo & Noveno Arte

La noche de los muertos vivientes. George A. Romero-Reseña Cine.

Reseña Séptimo y Noveno

La noche de los muertos vivientes, es un título fundamental para entender la evolución del cine fantástico de terror gótico.

Título fundamental para entender la evolución del cine fantástico de terror gótico hacia un modelo que se sigue practicando, con todas las matizaciones que se quiera, hoy día, La noche de los muertos vivientes ha sido analizada hasta la extenuación por infinidad de críticos e historiadores, quienes han rastreado la exégesis de su éxito, su influencia en el ámbito cinematográfico y el alcance sociológico de la propuesta.

La noche de los muertos vivientes (Night of the Living Dead, George A. Romero, 1968). Con Judith O’Dea, Duane Jones, Marilyn Eastman, Karl Hardman, Judith Ridley, Keith Wayne…

Los horrores propiciados por la Guerra de Vietnam y su traumática debacle sumados al no menos terrible, desilusionante cerrojazo al «flower power» auspiciado por los horrendos crímenes del Clan Manson, entre otros factores coyunturales, socavaron los cimientos del sueño americano sustituyéndolo por una pesadillesca pérdida de inocencia que ya anticipara la eclosión de la corriente cinematográfica American Gothic, parcelable entre 1968, año en que se estrena la premonitoria La noche de los muertos vivientes, y 1980, con la proyección de Motel Hell (Id., Kevin Connor), al mismo tiempo, digno ejemplar y parodia del género.

La noche de los muertos vivientes fue estrenada el 1 de octubre de 1968. Dado que la Asociación Cinematográfica de Estados Unidos fue creada después, la cinta no fue clasificada por edades.

El American Gothic, apelativo que se extrae del inquietante lienzo homónimo pintado por Grant Wood -el cual describe a una pareja de granjeros («rednecks«, paletos del medio oeste norteamericano) de pose adusta, mirada aviesa; el hombre maduro, empuñando una horca- parte de pequeñas producciones independientes de aire realista, estética sucia, cuya escritura fílmica suele sustentarse en los modos audiovisuales del terror «gore«, un horror no necesariamente gráfico en la exposición de la sangre y las vísceras -como demostraría la grandguiñolesca La matanza de Texas (The Texas Chainshaw Massacre, Tobe Hooper, 1974)-, que también.

Porque lo importante del cine «gore» («la mutilación como mensaje«) reside en su capacidad de trastocar los estilemas de la narrativa, llamémosla, «clásica«, de la elegante estilización del terror gótico, provocando un revulsivo que subvierte la corriente por la vía de la sobreexposición, poniendo al descubierto de manera frontal lo que antes se sugería con ambigüedad: las miserias de la sociedad decadente que oculta el goticismo.

Ante esta crisis de valores, desmoralizados, los hijos de esta sociedad, los nuevos cineastas contestan, se defienden rabiosa, violentamente contra la realidad que reemplaza las piezas de orfebrería por la crudeza de una caja de gusanos.

Como ya hemos adelantado, el pistoletazo de salida lo da George A. Romero con su ópera prima, la contracultural La noche de los muertos vivientes, largometraje en blanco y negro puesto a punto con medios escasos que supone un éxito inesperado.

Romero, compartiendo libreto con John Russo, desarrolla una película distópica de carácter extremo donde los vivos, en permanente estado de alerta y enfrentados entre sí, se defienden de los muertos revinientes que, por instinto, forman manada para devorarles.

El entonces joven realizador, filmando en localizaciones rurales de Pennsylvania, entrega un filme amargo, crítico con la condición humana, sus traumas, carencias, defectos, su egoísmo al poner en práctica el instinto de supervivencia, su gusto por matar unido al carácter fetichista de las armas de fuego, el ansia depredadora esgrimida por individuos sin personalidad que -a nivel metafórico- representan una rama social con apariencia de vida… Paradójicamente, sólo pueden ser destruidos arruinando su cerebro.

La idea del linchamiento racista también adquiere peso en el ultimo segmento, reforzada por la elección de un actor negro para encarar el rol principal (Duane Jones); Romero afirmaría que fue seleccionado por cuestión cualitativa, lo cual no invalida la molesta sensación que embarga al espectador cuando es abatido por un disparo en la frente al confundírsele con un muerto viviente, o dicho de otra manera, un ser humano perteneciente a una raza perseguida.

Las influencias que recoje La noche de los muertos vivientes pueden rastrearse en filmes como Carnival of Soulssobre una muerta en estado de duermevela-, Last Man on Earth -adaptación de «Soy leyenda«, novela de Richard Matheson, sobre el último hombre vivo, quien se parapeta en su domicilio, desde donde hace frente a hordas de zombis vampíricos- o Los pájaros, -con un reducido grupo humano oculto tras las paredes de una casa para protegerse de los pájaros homicidas que acosan la apacible villa costera-.

La noche de los muertos vivientes según Almar Haflidason, de la BBC, «representó un nuevo amanecer en el rodaje de las películas de terror«

Respecto al opus de Romero, los vivos –tras un preámbulo en el cementerio donde aparece el primer redivivo, acercándose con torpe andar desde el fondo del encuadre-, tratan de hacerse fuertes en una casa de madera cuyas entradas refuerzan con clavos y tablas de todo tipo. Los «flesh eaters» (resucitados por la radiación de un satélite norteamericano caído a La Tierra) representan la amenaza externa contra el hogar «falsamente seguro» mientras que, en su interior, divididos en dos grupos antagónicos que van variando conforme se suceden los acontecimientos, los vivos, situados respectivamente en el sótano y las habitaciones, luchan por sobrevivir.

En la misma sinopsis argumental apreciamos el transfondo crítico de la propuesta, vehiculado a través de boletines radiofónicos y televisivos: Un artefacto de origen gubernamental provoca que los muertos resuciten con ánimo de devorar a los vivos; se trata de seres «inocentes«, cadáveres ambulantes sin apenas raciocinio que son tiroteados, quemados o mutilados.

 

La humanidad devora, es devorada o termina masacrada de formas horribles: no cuesta trabajo ver reflejados los temores, las angustias del ciudadano medio con la guerra de Vietnam aún candente y una anticipacición de la crisis de los 70.

El realizador declarará años más tarde que con «Night of the Living Dead» formalizó su única película de terror. Debemos entender la «boutade» como reafirmación de su carrera posterior, entregada al cultivo de parábolas sociales con fondo fantástico pero sin el tono ni la inflexión propia de lo terrorífico. Muy al contrario, La noche de los muertos vivientes emplea algunos recursos audiovisuales gratos al género: fotografía expresionista en blanco y negro (granuloso) y claroscuro, flashes de relámpagos, angulaciones agresivas en profundidad con detalles de ramas curvadas o grietas en el asfalto, onirismo en las tomas nocturnas con los zombis como sonámbulos que devoran restos humanos, etc…

Ya hemos ofrecido varias claves para encarar sus múltiples lecturas; la riqueza de su contenido –pese a la morosidad expositiva que relativiza el alcance de algunas secuencias en interiores– es amplia. En definitiva, se efectúa un retrato nada complaciente sobre la neurótica sociedad de su tiempo, herida por conflictos internos y externos.

En el cierre descorazonador, en foto fija, con las patrullas ciudadanas y los agentes de la ley clavando garfios sobre los cuerpos exterminados de los zombis no resulta difícil rastrear la maldad inherente al ser humano y su pesimismo existencial, además de mostrar como, al fin y al cabo, cuando fallecemos, no somos más que cuerpos fríos inertes manipulados como trozos de carne.

 

Salir de la versión móvil