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Josep Ferran Valls
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La huella del hombre lobo. Reseña

La huella del Hombre Lobo. Antología de relatos reseña

«Aproveche el plenilunio, querido lector, para adentrarse en este libro. Y si mientras lo lee oye aullidos de lobo en el exterior, piense que tal vez sea el perro del vecino que rumia soledad. Aunque nunca se sabe…

                             De la introducción, Ángel Gómez Rivero.

La huella del hombre lobo.

Antología de relatos coordinada por Ángel Gómez Rivero. Calamar Ediciones. 2019. Portada: Ismael Pinteño.

Quienes seguimos de forma admirativa la obra escrita por Ángel Gómez Rivero, (profesor de la Escuela Politécnica Superior de Algeciras centrado ahora en la organización de la muestra Algeciras Fantástika) en su doble faceta como crítico de cine fantástico y autor de relatos y novelas, conocemos su implicación personal con el tema del hombre lobo.
Amigo íntimo del llorado Paul Naschy/Jacinto Molina (actor, guionista y director fílmico especializado en el mito licantrópico), apasionado, como él, de los «Universal Monsters«, Rivero formalizó la «crónica de los licántropos cinematográficos «Cuando llora el lobo», participando en el ensayo coral «La marca del hombre lobo«, ambos publicados por Alberto Santos Editor.
La huella del Hombre Lobo.

En «La huella del hombre lobo», la aportación literaria de Rivero es tan rica como diversa. Empezando por «Luna de plata», continuación (disfrutable leída con independencia) de su novela «Luna profunda», de Calamar Ediciones.

A su vez, «Luna de plata» también ejerce como introducción a «Luna de sangre«, futura novela sobre los participantes de esta trilogía lobuna.
Siguiendo con Rivero, en «La última víctima«, visitamos un pequeño pueblo montañés donde el forastero protagonista advierte que la población se reduce drásticamente bajo el influjo de la luna llena; relato adaptado al cortometraje por el propio hijo del autor, de quien se estrena con gran éxito el largo «Voces«.
«La pelliza«, cuento extraído de la novela «Gota a gota«, demuestra como la piel inerte de la bestia ejerce salvaje influencia sobre quienes la visten.

Por su parte, en «El carnicero», su autor adapta el esquema de «Soy leyenda» a la historia del último cazador de hombres lobo.

«Raíces«, bajo la envoltura de «cuento de hadas macabro» propone un singular equilibrio en la existencia de una pareja licantrópica cuyos nombres, Irineus y Erika, retrotraen a la tradición fantástico-terrorifica fílmica española.
Para acabar, en «Microrrelatos de hombres lobo«, Rivero salpimenta la mitología del «lobishome» con historias breves en la onda de su «Quimeras» (Calamar Ediciones).
«La huella del hombre lobo» dispone de una nutrida plantilla de colaboradores. Profesionales de primera línea que van (por orden de aparición) desde Juan Emilio Ríos Vera hasta Miguel Ángel Plana.
La huella del Hombre Lobo. Antología de relatos
Completan el elenco Carlos Díaz Maroto, Carmen Sánchez Melgar, Jorge Sánchez Guerrero, José Carlos López Pérez, Gustavo López Pérez, Trigo Alcoholado, Manuel Aguilar García y Sarah Manzano Lobo.

Las aportaciones de Ríos Vera oscilan entre la atracción por los faros como escenario de lo fantástico al relato fragmentado que, partiendo del diario personal, incluye declaraciones escritas sobre la existencia de un posible «lobishome» gaditano en 1944.

Díaz Maroto participa con tres cuentos entre los cuales destaca por su socarronería «El pastor mentiroso«, que, «con tono de antigua conseja castellana» (Rivero dixit) reelabora la conocida fábula de Esopo, incorporando un sorpresivo final.
Plana entrega sendas historias marcadas tanto por la erudición cinematográfica como por un sarcástico sentido del humor, elementos que cristalizan ejemplarmente en opus como «La luna y la soledad«, con la redención de las bestias a través del amor «devorador«.
De Sánchez Melgar cabe resaltar el bellísimo «El cañuelo del Madroñal«, cuento que personalmente me recordó a un episodio de Alan Moore para la saga «American Gothic» de «Swamp Thing» por el recurso a situar la licantropía femenina en un contexto étnico de rígidas normas conductuales. «El cañuelo…» estremece en su descripción mágica de Los Alcornocales de Cádiz y quienes lo habitan, esa comunidad gitana donde la tragedia parece florecer inevitablemente, con la llegada de Selene.
Gustavo López destaca por su originalidad al confrontar el mito decimonónico gallego del lobero con el del «lobishome«. La inquietante historia, además, lleva implícita una pertinente proclama a favor de la conservación del lobo ibérico.
Sánchez Guerrero desarrolla un relato cruel, descarnado sobre dependencia, maltrato y liberación final merced al hermanamiento femenino en clave licantrópica.
José Carlos López se atreve con la crónica sureña de Norteamérica y el auge del Ku Klux Klan en un opus dramático situado cronológicamente tras la abolición de la esclavitud.
Trigo Alcoholado indaga en el costumbrismo rural gallego con antiguos cariños que se reencuentran, la Santa Compaña, el eslabón perdido de una maldición familiar y su superación a través del amor sin miedo.
Aguilar recurre a la obra maestra The curse of the Werewolf de Terence Fisher para, en «Villa maldita«, prolongar Las constantes del film hammeriano.
«Magia común» de Manzano aprovecha la figura del lobero en un cuento de apariencia tradicional castellana no precisamente exento de crueldad paterna.

 


 

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