Cómo me puede gustar tanto el cómic? Cómo me puede gustar tanto el cine? Estas artes son la llave que encaja en la cerradura de mi universo
Isabel Novoa
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Matar a un Ruiseñor

Matar a un Ruiseñor, un cómic de película.

La editorial Penguin Random House a través de su sello Random Comics edita en nuestro país la adaptación, en formato novela gráfica, de una de las obras maestras de la literatura de todos los tiempos: Matar un ruiseñor. Escrita por la ganadora del Premio Pulitzer de 1961, Harper Lee (Alabama , 1926-2016), esta novela gráfica parte de una idea concebida por  los herederos y gestores del legado literario de la novelista.

Esta vez encuadradas en viñetas, reviviremos las aventuras de Scout, una niña de seis años inspirada en la propia Lee, su hermano Jim y su amigo Dill (sobrino de una vecina), marcando un ritmo a caballo entre la ficción y los recuerdos, en un entorno, el de la gran depresión, enormemente detallado.

Matar a un ruiseñor

La acción de Matar a un ruiseñor trascurre en el pueblo ficticio de Maycomb. Un lugar invadido por un terrible sentimiento de racismo contra de los ciudadanos afroamericanos. A este ambiente se contrapone con vehemencia la bonhomía del respetable e íntegro abogado Atticus Finch. Este deberá defender a Tom Robinson –de raza negra– acusado de violación hacia una mujer blanca. Se iniciara así un alegato a favor de la tolerancia y la convivencia. Una férrea defensa todas las lecciones de la vida resumidas en cada viñeta y cada línea.

Un ruiseñor enjaulado entre viñetas.

Las personalísimas ilustraciones del tomo las firma el joven talentoso artista londinense Fred Fordham (1985), en cuyo haber encontramos otros trabajos Nightfall (2013) o The Adventures of John Blake (2017). En palabras de Fordham adaptar una historia que significa tanto y darle vida en un medio visual de formato largo, supuso un gran placer y una responsabilidad tanto con el legado de Lee como con los potenciales lectores que descubrirán esta obra a través de la novela gráfica.

Representado por la figura de Boo Radley, un misterioso vecino que nunca sale de casa, acecha el misterio en un porche donde se intuye su sombra. Aquellos terrores imaginarios y reales que aguardan en la noche sureña. Los columpios hechos con neumáticos viejos o ese hueco del árbol donde guardan los tesoros de infancia. Un ruiseñor enjaulado y apartado de la vida que deberá dar un paso decisivo en un momento dado. Un personaje lleno de simbolismo que representa al lector, temeroso de dar ese paso adelante y clamar justicia para el indefenso.

Una premisa universal, un mensaje eterno.

Ha pasado más de medio siglo y Matar un Ruiseñor ha sido avalado con más de 40 millones de copias vendidas. Pese al tiempo trascurrido los valores que defiende la novela siguen vigentes, y son completamente extrapolables a la realidad política en la que estamos inmersos a día de hoy. Cuestiones como la solidaridad, la amistad o la justicia –valores representados en Atticus y los niños- son universales y atemporales. Y el debate que la novela suscitó en su momento –a día de hoy sigue prohibida en gran cantidad de escuelas- trasgrede toda época, país o condición.

Por suerte esta adaptación no edulcora el mensaje. Es uno de esos claros ejemplos de que el noveno arte, bien utilizado, es un vehículo inmejorable para trasmitir un mensaje a la gente que realiza guiños constantes el séptimo arte. Un mensaje positivo y que quizás por la universalidad de su contenido y su valentía hace que contemplemos a Atticus Finch con admiración. Admiración que nace cuando pese a poder perderlo todo eres capaz de caminar con los zapatos de otros. Y esas huellas que dejan algunos personajes, marcan, sin duda, el camino que han de seguir los demás.

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(Por expreso deseo de la comicteca y en honor a la verdad esta reseña se PUBLICÓ ORIGINALMENTE en La comicteca, bajo mi autoría Isabel Novoa. Y bajo la corrección del Sr. Rodrigo Pérez Miguel)

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